En el ciclo anterior, bajo el título La pasión de la libertad: entre el liberalismo y el Romanticismo (IV), se analizaron distintos aspectos de pensamiento, ideas estéticas, lengua y configuración política de la primera mitad del siglo XIX. Se estudió el liberalismo de Tocqueville y su impacto en Europa y Estados Unidos. La pasión de la libertad recorre todo el siglo XIX, con el Romanticismo en auge se perfila una etapa de transformación social, sentimental, ideológica y artística que modifica radicalmente toda la cultura occidental. La presencia histórica de estos movimientos se extenderá desde finales del siglo XVIII hasta mediados y finales del XIX, si bien algunas de sus consecuencias llegan hasta nuestro tiempo actual, lo que da idea del cambio decisivo que supuso en la evolución del pensamiento occidental. Se vio también la importancia de las nuevas palabras e ideas y su plasmación en la prensa como fenómeno conformador de la opinión pública en Europa, contribuyendo a cambios políticos y a las reacciones antiliberales y el acuerdo entre las potencias en el Congreso de Viena de 1815.
En este nuevo ciclo, nos adentramos en la agitada y apasionante segunda mitad del Ochocientos. La Revolución de 1848 abrió un tiempo de confianza en el progreso tecnológico como parte importante de la revolución burguesa y, como ya vio Tocqueville, fue la primera de tendencia socialista, diferente pero heredera de la de 1789. Las transformaciones en las condiciones de vida y trabajo, así como en la organización social y política, cambiaron la sensibilidad y la percepción que las personas tenían del mundo y de sí mismas. En esta nueva situación, la riqueza se fue desplazando de la aristocracia a la burguesía, lo que le confirió el dominio de la nueva sociedad de clases, dividida en función de la riqueza y no de los privilegios. Al tiempo, el racionalismo científico, el darwinismo y la tecnología moderna arrumbaban la noción de trascendencia, presente en los sistemas religiosos tradicionales, relegando las creencias al plano individual, y surgían otras teologías sustitutivas con ambiciones utópicas, que luego evidenciarían sus quiebras y debilidades a lo largo del siglo XX. La ensoñación de un tiempo mejor finalizó con una decepción social e intelectual a finales del siglo XIX, que llevaría a un refugio en lo irracional, marcando así el inicio y desarrollo del nuevo siglo.