EQUIPO DE INVESTIGACIÓN
Investigadores principales: Saúl Ares García (Centro Nacional de Biotecnología, CNB, CSIC, Madrid); Germán Rivas Caballero (Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, CSIC, Madrid); John Glass (J. Craig Venter Institute, JCVI, California, EEUU).
Miembros del equipo: James Pelletier (Centro Nacional de Biotecnología, CSIC).
DESCRIPCIÓN
Este proyecto pretende dilucidar la manera en la que crece y se divide la célula viva más básica, conocida como “célula mínima” y fabricada por primera vez hace ocho años por un equipo del JCVI –institución pionera en el campo de la biología sintética–, liderado por su catedrático John Glass.
En las últimas décadas se han sucedido los esfuerzos por sintetizar los elementos básicos de los seres vivos, y el equipo de Glass demostró que ya es posible construir genomas sintéticos enteros de bacterias. Además, existe otro campo de la biología dedicado a combinar proteínas purificadas para construir sistemas cada vez más complejos. El proyecto MINCELL se sitúa a mitad de camino entre estas corrientes: “Queremos establecer vínculos entre estos dos mundos para definir de manera fundamental cómo el elemento vivo mínimo crece y se divide”, expone James Pelletier, investigador del CNB que también participa en el proyecto.
Los investigadores esperan comprender así cómo funciona la división de las células con todo detalle en este sistema vivo tan básico, con idea de, en el futuro, emplear este nuevo conocimiento para entender sistemas cada vez más complejos. “Creemos que las características más básicas de la célula mínima se mantienen también en el resto de formas de vida en la Tierra”, afirma Glass, y Saúl Ares –científico titular del CNB– explica la importancia de este campo de investigación con el siguiente símil: “La célula mínima es como el átomo de hidrógeno de la biología. Al igual que entender el átomo de hidrógeno, el más simple, contribuyó al avance de la física, nosotros tratamos de comprender la célula mínima y sus componentes”.
Pero, además, las características de este sistema podrían reflejar las de algunos organismos muy sencillos presentes en los albores de la historia de la vida, apunta Pelletier, de forma que “la física de cómo se divide podría imitar lo que ocurría antes de que evolucionara la maquinaria tan especializada que lleva a cabo la división de las células actuales”.
En este sentido, el proyecto también podría arrojar algo de luz en cuanto al origen de la vida, al permitir definir mejor el umbral de complejidad necesario para que ésta se dé. “Si empleamos un telescopio para divisar lo extremadamente lejano y un microscopio para analizar lo muy pequeño, quedan muchos elementos de tamaño intermedio que no vemos porque no tenemos las herramientas adecuadas. En nuestro caso, también necesitamos nuevas herramientas para comprender dónde está el umbral de complejidad que tanto nos intriga”, explica Germán Rivas, profesor de investigación en el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas.
“Actualmente sabemos decir cuándo algo está vivo, pero somos incapaces de explicar en qué se cifra eso a nivel molecular. Gracias a este proyecto y a muchas otras investigaciones de vanguardia, en los próximos diez años vamos a tener una visión sin precedentes sobre lo que significa estar vivo”, concluye Glass.