EQUIPO DE INVESTIGACIÓN
Investigadores principales: Manuel Delgado Baquerizo, Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (CSIC); Francisco Ignacio Pugnaire de Iraola, Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC); Rubén Torices Blanco, Escuela Superior de Ciencias Experimentales y Tecnología (Universidad Rey Juan Carlos).
Miembros del equipo: Inés Álvarez Fernández (Real Jardín Botánico, CSIC); Catalina Garzón Ladino (Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla, CSIC); María José Jorquera Barquero (Estación Experimental de Zonas Áridas, CSIC); Esteban Manrique Reol (Real Jardín Botánico, CSIC); Pilar Martínez Hidalgo (Universidad Rey Juan Carlos); Luna Medrano González (Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla, CSIC); Luis Merino Martín (Universidad Rey Juan Carlos); Isabel Miralles Mellado (Universidad de Almería); Antonio Jesús Muñoz Pajares (Universidad de Granada); Susana Rodríguez Echeverría (Universidad de Coimbra, Portugal); Tadeo Saez Sandino (Universidad Pablo de Olavide); Pablo Vargas Gómez (Real Jardín Botánico, CSIC); Tamara María Villaverde Hidalgo (Universidad Rey Juan Carlos).
DESCRIPCIÓN
Los microbios del suelo y las plantas han evolucionado de manera conjunta durante millones de años. La interacción entre plantas y suelo tiene un papel fundamental en la configuración del funcionamiento de los ecosistemas terrestres a través de procesos como la simbiosis, la descomposición de la hojarasca o la patogénesis. Además, los microorganismos del suelo son esenciales para muchos servicios ecosistémicos: ayudan a capturar el carbono, mantienen los suelos fértiles y son un importante recurso de conservación de biodiversidad. A pesar de todo ello, los patrones de coevolución en las comunidades de plantas y suelo siguen siendo prácticamente desconocidos.
“Con este proyecto, lo que queremos es entender mejor la evolución de los microorganismos y las plantas a distintas escalas espaciales, desde una escala local a una escala global, e identificar cuáles son las interacciones que todavía no conocemos entre las plantas y los organismos, y cómo han evolucionado”, explica Manuel Delgado Baquerizo, Investigador Científico en Biogeoquímica, Ecología Vegetal y Microbiana del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS-CSIC) y uno de los tres IP del proyecto seleccionado.
El estudio se llevará a cabo considerando tres escalas espaciales –local, regional y global– con el objetivo de representar patrones coevolutivos sometidos a millones de años de evolución. “La escala global incluye todos los continentes menos la Antártida, que no tiene árboles. La escala regional será a nivel de la cuenca Mediterránea, e incluye numerosas especies de un género, Cistus, propio de la región Mediterránea. La escala local se centra en las poblaciones del endemismo ibérico Moricandia moricandioides, una especie de la familia de las Crucíferas, que se distribuye en zonas del sur y centro de la península ibérica”, señala Delgado.
“Uno de los grandes retos que tiene cualquier estudio ecológico y evolutivo es unir estas tres escalas y nuestro objetivo es ver si conseguimos encontrar patrones de evolución que sean consistentes en todas ellas”, apunta por su parte Rubén Torices, profesor titular en el Departamento de Biología y Geología, Física y Química de la Escuela Superior de Ciencias Experimentales y Tecnología en la Universidad Rey Juan Carlos.
Esta búsqueda de patrones de evolución se realizará en el grupo más importante de plantas vasculares: las coníferas, como los pinos y abetos, y los angiospermas, que incluyen a todas las plantas con flores. “Las coníferas son evolutivamente más antiguas, especialmente las del hemisferio sur, provenientes del antiguo supercontinente Gondwana. Este gradiente evolutivo, y de carácter global, nos permite investigar cómo se relacionan los microbios con las plantas en diversos grupos de plantas y regiones de la tierra que se originaron en distintos momentos de la evolución de las plantas vasculares”, apunta Delgado. “Si tenemos éxito, encontraremos interacciones que no han sido descritas antes. Esto puede abrir nuevas líneas de investigación con impacto en la producción de alimentos, la conservación de los ecosistemas y otras líneas de investigación que surjan del proyecto”.
Francisco Pugnaire, profesor de Investigación en la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), destaca por su parte que también pueden obtener resultados que se apliquen en el campo de la restauración ecológica: “A veces no se tienen en cuenta las interacciones planta-suelo al hacer una restauración y eso hace que fracase, lo que se lleva mucho tiempo y dinero, y puede producir también mayor degradación”, añade. En este sentido, parte del proyecto se va a dedicar a entender cómo el cambio climático va a cambiar las comunidades microbianas, que han evolucionado a lo largo de millones de años con las plantas y pueden verse alteradas en un contexto de calentamiento global y reducción de precipitaciones.