Músicas trascendentes de Messiaen y Marco
Tomás Marco, Musica in tempore viri
Durante el confinamiento al que nos abocó la pandemia en 2020, Tomás Marco aprovechó el tiempo dedicándose de lleno a aquello que seguramente es lo más «suyo» de cuanto hace, o sea, a componer. Así nació primeramente el Sueño de la razón viral, título de reminiscencias goyescas, una obra de vídeo con electrónica que inmediatamente se difundió a través de YouTube. Pero Marco había recibido antes un encargo de composición del Festival de Granada y en aquellos momentos tan especiales se planteó llevar a cabo una obra instrumental «que expresara la rara relación con el tiempo y el espacio entonces vivida». Este es el origen de su Musica in tempore viri.
En más de una ocasión he afirmado que Tomás Marco es el más inspirado «titulador» de todos los compositores de su tiempo, y aquí tenemos una muestra más, con la alusión de este título al de la hermosa Missa in tempore belli de Haydn. La nueva composición de Tomás Marco se estrenó en el Patio de los Mármoles del Hospital Real de Granada el 15 de julio de 2021, en versión del clarinetista José Luis Estellés y el Trío Arbós. Como se ve, la plantilla instrumental de Musica in tempore viri es la misma que la del Quatuor pour la fin du Temps de Messiaen ya que, en palabras del propio Marco, «comparte con ella otros tiempos difíciles, pero no se basa en ella más que 15 en la situación de partida en momentos de zozobra». Elegir en nuestros días la combinación instrumental de clarinete, violín, violonchelo y piano lleva benditamente aparejada la posibilidad de que se programe junto al Cuarteto de Messiaen, como sucedió en el estreno granadino y sucede hoy, en su estreno en Madrid.
Refiriéndose a su Musica in tempore viri, explica Tomás Marco: «Todas las combinaciones posibles de uno, dos, tres y cuatro instrumentos se engarzan en un complejo de relaciones, que tratan de crear una estructura abstracta sobre el tiempo y el espacio sonoros que exprese las cambiantes emociones de una reclusión y de una real amenaza invisible. No asistimos a un final de los tiempos, pero quizá sí a una renovación de ellos».
Olivier Messiaen, Quatuor pour la fin du temps
Durante la Segunda Guerra Mundial, Olivier Messiaen prestó sus servicios en el ejército francés como enfermero. Cayó prisionero de los alemanes y fue deportado a un campo de concentración en Silesia, donde «la desnutrición me ocasionaba sueños coloreados: veía el arco iris del ángel del Apocalipsis y extraños remolinos de colores». En semejante situación, Messiaen, en los días finales de 1940 y primeros de 1941, creó este monumento sonoro para violín, violonchelo, clarinete y piano, una de las obras esenciales de la música de cámara del siglo xx, una cima de expresión humanística cargada de espiritualidad y abandonada a las creencias del músico francés en el más allá.
Conmocionante resulta imaginar lo que debió de ser el estreno en el propio campo de concentración, el 15 de enero de 1941, rodeados los músicos por cinco mil prisioneros. Según relató Messiaen, «el frío era atroz, el stalag estaba cubierto por la nieve. Los cuatro músicos tocábamos instrumentos rotos: el violonchelo de Étienne Pasquier no tenía más que tres cuerdas, las teclas de mi piano vertical se bajaban y ya no volvían a subir. Nuestras vestimentas eran inverosímiles: se me había ataviado con una chaqueta verde completamente desgarrada y llevaba zuecos de madera». Tocaron en aquella histórica ocasión Henri Akoka (clarinete), Jean Le Boulaire (violín), Étienne Pasquier (violonchelo) y Olivier Messiaen (piano). Estos dos últimos, con el violinista Jean Pasquier y el clarinetista André Vacellier, dieron la primera audición del Quatuor pour la fin du Temps en París, en junio de 1941.
El cuarteto al completo es explotado en los movimientos I y VI, y se requiere también, aunque sea episódicamente, en los movimientos II y VII. El III es el memorable solo de clarinete que contiene el infinito —pues parece carecer de principio y de fin— crescendo sobre una nota tenida, un logro increíble de expresividad lograda a partir meramente de las cualidades físicas del sonido y psicofisiológicas de la escucha. El Interludio situado como cuarto movimiento es un trío de violín, violonchelo y clarinete. Por fin, los movimientos V y VIII son sendos dúos para violonchelo y piano y violín y piano, respectivamente.
José Luis García del Busto