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Durante la guerra civil española se desarrolló una importante actividad propagandística a través del arte. Desde el punto de vista oficial, el Guernica de Picasso, pintado para el pabellón español en la Exposición Internacional de París de 1937, eclipsó de forma casi absoluta todas las demás realizaciones. En la posguerra continuaron activas ciertas estrategias de modernidad con ejemplos relevantes en los años cuarenta. A finales de los cincuenta y principios de los sesenta, se inició una politización de determinados planteamientos de la vanguardia al identificar como una forma de libertad, protesta y oposición política la agresividad del lenguaje pictórico.

Algunos referentes del informalismo, como Canogar, pasaron a realizar una obra figurativa comprometida con la libertad y la crítica de la represión, y lo mismo sucedió con la obra de Genovés. Otros grupos como Estampa Popular desarrollaron, a través del grabado, una actividad de crítica política y social. Sus obras, orientadas hacia un análisis crítico de la situación, no correspondían a los planteamientos formales de la vanguardia, sino a una subordinación de la actividad artística a la eficacia política. Otros colectivos, como el Equipo Crónica, canalizaron la acción política y social mediante un lenguaje vanguardista en el que se aprecian formas del pop y de los medios de comunicación de masas. Todas estas tendencias desaparecieron con el advenimiento de la democracia, pero no la actividad de sus principales protagonistas, que continuaron escribiendo un nuevo capítulo de la modernidad.

 

Presenta: Tomás Marco Aragón
Director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando