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En el periodo histórico que se extiende desde los últimos años de la República hasta el final del Principado de Augusto en el 14 d. C., la poesía latina experimenta tantos cambios de noción dominante como la política y la sociedad romana de la época; tantos, que puede verse como un laboratorio en miniatura de no pocas de las ideas políticas y poéticas de la modernidad.

La revolución temática y formal de Catulo y los neotéricos, el gran poema filosófico de Lucrecio, el singular desarrollo de la elegía realizado por Propercio, Tibulo y Ovidio, el paso del lirismo inicial de Virgilio al poema didáctico y la épica sentimental, así como la refundación lírica llevada a cabo por Horacio, son los ejes más significativos de la creación latina de todos los tiempos, y su variedad y riqueza constituyen y configuran la base y el punto de partida de la poesía occidental.

La adaptación del epigrama por los poetae noui, la innovación que introducen en la epopeya al convertirla en epilio y sus tanteos en la elegía; la revolución mental que supone el epicureísmo de Lucrecio, cuyo influjo se deja sentir tanto en Virgilio como en Horacio; la recuperación de la lírica griega que este hace y la transformación de Homero que la Eneida supone se ajustan y corresponden a lo que la política de Augusto exige. De modo que, aunque tanto en los inicios de Horacio como en los de Virgilio hay claras huellas de la escritura neotérica, pronto se apartan de ella y de sus modelos helenísticos, sustituyéndolos por otros más adecuados a la nueva realidad. En ello consiste su denominado clasicismo, que intenta llevar a la literatura el mismo monumentalismo y sentimiento religioso que el urbanismo propiciado por Augusto está llevando a cabo con la reconstrucción de los templos, la legislación relativa al matrimonio y las costumbres en el ámbito de la política y en la remodelación tanto del Estado como de la ciudad.

 

Presenta: Jesús de la Villa Polo
Presidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos