El Congreso de Viena de 1815 puso fin a un ciclo de revoluciones y guerras iniciado en Francia en 1789 y extendido por casi toda Europa al compás de las victorias de los ejércitos de Napoleón Bonaparte. La definitiva derrota francesa en las llanuras de Waterloo a manos de una coalición de cuatro grandes potencias (Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia) selló la paz continental en 1815 con el inicio de la llamada época de la Restauración. Pero esa victoria de las potencias coaligadas contra el expansionismo de la Francia revolucionaria no significó el simple retorno al Antiguo Régimen precedente, a pesar de las tentativas para restablecer en buena parte aquel modelo en diverso grado en los nuevos países definidos en Viena (particularmente en la fachada sur y centro-oriental de Europa).
En esa nueva fase histórica, la poderosa alternativa del liberalismo como nuevo orden sociopolítico emergente tuvo que afrontar las resistencias y desafíos de una igualmente poderosa alternativa contraria definida por el renovado pensamiento antiliberal y contrarrevolucionario. La consecuente pugna entre revolución liberal y reacción antiliberal presidió y condicionó gran parte de la convulsa historia europea hasta el triunfo final de la primera a través de las sucesivas oleadas revolucionarias de 1820, 1830 y 1848.
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