Cinco conferencias y dos conciertos entre el 14 de septiembre y el 8 de octubre
La Real Academia de Bellas Artes y la Fundación BBVA presentan el ciclo “Las artes y los confinamientos en los siglos XX y XXI”
“En situaciones de extrema dificultad, las artes proporcionan al hombre la reflexión sobre sí mismo, la posibilidad de superar esas circunstancias y la oportunidad de sacar algo positivo de ellas”. Así sitúa Tomás Marco, director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el ciclo de conferencias y conciertos que esta institución y la Fundación BBVA celebran desde el 14 de septiembre.
9 septiembre, 2022
¿Qué papel jugó la pintura en la crítica a la represión durante el franquismo? ¿Qué explica el nacimiento de obras musicales imperecederas en entornos totalitarios? ¿Cómo ha transmitido la fotografía conflictos bélicos como la guerra civil española? ¿Cuáles han sido las relaciones entre el cine y el poder, moduladas por la propaganda y la censura? ¿Cómo ha resistido el patrimonio cultural -desde edificios civiles y religiosos emblemáticos hasta los fondos museísticos- a las guerras y al pillaje? Estos son algunos de los aspectos que aborda el ciclo “Las artes y los confinamientos en los siglos XX y XXI”, pues, como explica Tomás Marco, director de la Academia, “la vitalidad de las artes y su capacidad para ser un constante referente de las vicisitudes humanas se demuestra no solo por su brillante expansión en tiempos de bonanza sino por su capacidad para crear, inventar nuevas propuestas y generar esperanza en los tiempos de máxima dificultad”.
El confinamiento por la pandemia de covid-19 -”un encierro al que más de la mitad de la población del planeta se ha visto sometida en algún momento de los últimos dos años”, hace hincapié Marco- se une en este ciclo a escenarios de restricción de las libertades de lo más variados: campos de prisioneros de la Alemania nazi, el régimen de Franco en España, la crisis económica de 1929 o las guerras de los Balcanes, Afganistán, Iraq, Siria o Ucrania. En estas conferencias el arte toma la palabra de la mano de cinco académicos: Víctor Nieto, académico delegado del Museo de la Real Academia -que alberga más de 2.700 obras solo entre pinturas y esculturas- ha abierto el ciclo con “Gestos de una rebeldía en la pintura durante el franquismo”; “Patrimonio y conflicto” es el tema de Alfredo Pérez de Armiñán, vicedirector de la Academia y presidente de Patrimonio Nacional entre 2015 y 2020; de la “Música confinada” se encarga el director de la Academia, compositor y premio Nacional de Música en dos ocasiones Tomás Marco; Julio Mondéjar, uno de los primeros historiadores de la fotografía en España, asume la glosa de la profunda dimensión social de este arte a través de dos reporteros y dos retratistas en “Fotografía y testimonio”; y “El cine como testimonio silenciado” es el tema de Fernando Lara, director de la Semana Internacional de Cine de Valladolid y artífice de la Ley del Cine de 2007. Tomás Marco, que coordina el ciclo, hace notar que “cada ponente ha elegido, desde el arte en que es especialista, su propio tema, con orientaciones diversas e imprimiendo cada uno su estilo, lo que proporcionará una riqueza y una plurivisión muy positiva”.
Dos conciertos llenos de significado
El ciclo se clausura con dos conciertos -uno instrumental y otro coral- que son, en sí mismos, una glosa del eje sobre el que se han articulado las conferencias. El primero de ellos reúne el Cuarteto para el fin de los tiempos -la obra que Olivier Messiaen compuso y estrenó en el campo nazi de prisioneros de Görlitz, en 1941- y Música in tempore viri, una pieza que Tomás Marco compuso durante el confinamiento por la pandemia de covid-19 por encargo del Festival de Granada. Ambas obras comparten plantilla instrumental y el haber sido compuestas, dice Marco, “en tiempos difíciles”; y serán interpretadas por el Trío Arbós con la participación del clarinetista Joan Enric Luna.
El segundo concierto se dedica íntegramente al Réquiem por las víctimas del covid, una composición colectiva de Consuelo Díez, Francisco Otero, Joaquín Medina, José Luis Greco, Jaime Santoyo y Beatriz Arzamendi, que será interpretada por el Coro Nur bajo la dirección de Alfonso Martín. La obra se estructura según los textos litúrgicos de la misa de réquiem e inserta, además, una pieza electroacústica sin participación del coro.
Para Tomás Marco, asomarse a estos episodios de la historia reciente permite “extraer ejemplos para que la memoria no muera, para no repetir errores y para ser conscientes de que podemos responder a las cosas más impensadas. Porque hemos asistido a dictaduras terribles, a encierros de grandes poblaciones, pandemias, hundimientos globales de la economía, a decenas de acontecimientos adversos en los que las artes no solo no han desaparecido, sino que se han fortalecido respondiendo a su manera a los retos de exterminio que las circundaron”.
Conferencias y conciertos se alternan entre el Palacio del Marqués de Salamanca, sede de la Fundación BBVA en Madrid, a las 19.30 horas, y la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a las 12 del mediodía. Las conferencias se pueden seguir presencialmente.
La crítica a la dictadura española desde el arte
“Gestos de una rebeldía en la pintura frente al franquismo” ha sido la conferencia inaugural del ciclo, a cargo de Víctor Nieto Alcaide, catedrático emérito de Historia del Arte en la Universidad Nacional de Educación a Distancia y académico delegado del Museo de la Real Academia de Bellas Artes.
El carácter crítico que adopta la pintura durante el régimen de Franco se despliega en varios niveles: “la pintura abstracta informalista va a plantear una cierta agresividad a través del color y el trazo, como si fuera una protesta por una situación”, explica Nieto. “A ella se suman los grupos de realistas, como el grupo Estampa Popular, que es un conjunto de grabadores que abordan temas de carácter social y crítico. No tiene un nivel artístico de vanguardia, pero sí una gran agudeza crítica a través de las formas realistas de sus grabados”. En tercer término aparecen “artistas que desde la vanguardia más radical, como Juan Genovés o Rafael Canogar, pasan a hacer pintura o escultura de carácter crítico y social. Se denuncia, por ejemplo, la represión y Genovés lo hace a través de imágenes con multitudes vistas a ojo de pájaro, que hablan de los tumultos que se produjeron a finales de los sesenta y principios de los setenta. En Canogar habrá incluso obras de carácter escultórico, en las que domina el blanco y negro y desaparece el color. En la zona valenciana surge el Equipo Crónica, que utiliza un realismo social pero moderno, no a la manera de Estampa Popular, sino incorporando elementos del pop art norteamericano o elementos históricos de la pintura española y todo con un sentido crítico que ya era frecuente en Valencia a través de los ninots y las fallas, pero que ellos incorporan al arte con un sello propio”.
Es una época en la que la contestación se arracima en grupos: además de Estampa Popular y Equipo Crónica, surgen El Paso -del que forma parte Canogar-, Hondo (fundado por Genovés) o Los Siete. “Irrumpir en el panorama artístico dominante con el fin de crear tendencia es más fácil formando un grupo, aunque cada uno de sus miembros tenga su propia personalidad. Hay algunos que son más disciplinados, que se constituyen en torno a un manifiesto y otros que son una reunión de artistas, como Estampa Popular”.
Compromiso político de la mano de la modernidad
El nivel que alcanzaron sus obras fue tal que hasta el propio régimen las utilizó. “Por ejemplo, el informalismo es una pintura abstracta y, al carecer de representación, es más difícil que sea crítica. Pero hay pintura, como la de Millares, o ciertas obras de Rafael Canogar, de Manuel Viola o Antonio Saura, que tienen una agresividad marcada -chafarrinones, blanco y negro, una inspiración en lo goyesco- como una forma de criticar lo establecido a través de la abstracción. Esa ambigüedad permitía al régimen presentarlas en exposiciones internacionales, sabiendo cuál era su significado original, pero dando la vuelta al contenido. Había artistas que tomaban la veta goyesca para emular la actitud de repulsa que tuvo Goya en su tiempo; en cambio el régimen lo utilizaba como esa veta mística, negra, propia de la España de siempre. Como era un arte ambiguo por ser abstracto, permitía esas lecturas interesadas”, detalla el catedrático de la UNED.
¿Qué gana y qué pierde el arte al adoptar un sentido de crítica política? Nieto lo tiene claro: “Si va acompañado de un compromiso con la vanguardia, con la modernidad, es beneficioso. Cuando solamente es plasmar en imágenes un ideario político, da lugar a un empobrecimiento artístico, que es lo que le ocurrió al realismo socialista en la Unión Soviética. En España, la crítica sociopolítica fue llevada a cabo por artistas de verdadera vanguardia y de indudable altura”.
Y su tarea fue muy significativa: “Aunque la pintura tiene un público minoritario y su impacto no es comparable al de un manifiesto, un discurso o el cine, estos movimientos contribuyeron a crear un ambiente predemocrático, un estado de ánimo común que desembocó en la Transición española”. Así, al imaginario de esa época se incorporan escenas como “las multitudes dispersas, vistas a ojo de pájaro, huyendo de la represión, pintadas por Genovés; o El abrazo, también de este autor, que refiere al encuentro entre los presos que salen de la cárcel y quienes les esperan fuera, que llegó a circular en póster”, pone como ejemplos Víctor Nieto.
De hecho, otro sello distintivo de estas tendencias es que “desaparecieron con el advenimiento de la democracia, porque realizaban una crítica no a un estado social, sino a un estado político. No se reprobaba el capitalismo, sino la dictadura, que es bastante distinto”. Por eso, logrado el objetivo, los lienzos “cambian por completo y de manera generalizada. De una pintura de colores negros, grises, ácidos, se pasa a una de colores mucho más vivos e intensos, de modo que a este giro se le ha llegado a denominar color de la democracia”.