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Quinta conferencia del ciclo “Las artes y los confinamientos en los siglos XX y XXI”

Fernando Lara: “La batalla del cine contra la censura durante sus 125 años de historia demuestra que la libertad de expresión es más fuerte”

”Desde que el cine nació como atracción de feria, muchas fueron las voces que trataron de acallarlo”, afirma Fernando Lara, ponente de “El cine como testimonio silenciado”. Durante la conferencia, que tuvo lugar ayer dentro del ciclo “Las artes y los confinamientos en los siglos XX y XXI”, ha hecho un recorrido por las distintas maneras en que censura y propaganda han tratado de desnaturalizar el séptimo arte. Un viaje con claroscuros pero un final luminoso “en el que el cine puede expresarse en libertad”.

29 septiembre, 2022

Conferencia

El cine como testimonio silenciado

28 de septiembre, 19:30 h.

El 28 de diciembre de 1895 se sitúa el nacimiento oficial del cine, con la proyección pública, en el bulevar de los Capuchinos de París, de La salida de los obreros de la fábrica Lumière y La llegada del tren a la estación de La Ciotat. La popularización de este nuevo medio sería tan rápida que esas dos mismas producciones se mostraron cinco meses más tarde en Madrid con ocasión de las fiestas de san Isidro de 1896.

El cine atrajo enseguida la atención inquisitorial del poder político, evoca Fernando Lara, en un mapa que es extenso en geografía y tiempo: “La primera ley que establece la censura en España es de 1912, bajo el reinado de Alfonso XIII. Lenin dijo que el cine era, de todas las artes, la más importante; y no porque fuera muy cinéfilo, sino porque era la mejor manera de adoctrinar a masas que eran analfabetas. También con fines propagandísticos utilizarán el cine el nazismo y el fascismo. En España, la República prohíbe Tierra sin pan, la película sobre las Hurdes de Buñuel. Tras la Segunda Guerra Mundial, mientras el neorrealismo florece en libertad en Europa, en España se impone la censura cinematográfica del régimen de Franco y en Estados Unidos las listas negras del mccarthismo…”.

Contra “la relajación de la moral y las costumbres”

Con ocasión de esta última conferencia del ciclo que organizan la Real Academia de Bellas Artes y la Fundación BBVA, el académico hace notar también que “en Europa Occidental la Iglesia tuvo un papel muy importante por razones morales, oponiéndose al cine por inducir la relajación en la moral y las costumbres. Cuando la acumulación de materiales inflamables en las salas de proyección propiciaba incendios por descuido o accidente, no faltó algún obispo que prácticamente deseó que ardieran todas. Pío XI afirma en una encíclica que el cine fomenta la relajación de las facultades mentales y de las fuerzas espirituales de los espectadores. Veinte años después Pío XII transmite otra visión en la encíclica Miranda Prorsus y viene a decir que, ya que no hemos podido prohibirlo, hagamos un cine que respete y potencie los valores católicos”.

Y, sin embargo, en medio de todas esas dificultades surgen títulos para la historia, destaca Lara. “El cine que nace con la revolución soviética contiene obras maestras pese a su cariz político y su pretensión propagandística. Ahí están películas como La huelga (1924), El acorazado Potemkin (1925) y Octubre (1927), de Eisenstein; La madre (1926), de Pudovkin, o Arsenal (1929), de Dovzhenko”.

La pujanza creativa del cine se aprecia también en la España de Franco. “A pesar de la censura, el cine español durante el franquismo produce auténticas maravillas, sobre todo a partir del año 51, cuando se estrena Surcos, de Nieves Conde, una cinta que marca una nueva etapa en el cine español. Luego llegarán películas de Luis García Berlanga como Bienvenido míster Marshall (1953), Plácido (1961) o El verdugo (1963); cintas de Juan Antonio Bardem como Muerte de un ciclista (1955), Calle Mayor (1956) o Nunca pasa nada (1963); y títulos de Fernando Fernán Gómez como La vida por delante (1958) y El extraño viaje (1964)”, pone como ejemplos. Y añade: “Estas películas se enfrentaron a numerosos problemas con la censura, que les obligó a introducir cambios enormes en finales o diálogos. Pero a pesar de todo se impuso el ímpetu creativo del gran cine. Y este es el mensaje optimista que arroja la pugna entre el cine y la censura: el cine, a lo largo de sus 125 años de historia, demuestra que -como hoy es la norma- la libertad de expresión es más fuerte y va conquistando espacios y lugares donde los creadores pueden expresarse”.