ESENCIALES Nº 41: EVOLUCIÓN DE LA NATALIDAD EN LAS REGIONES Y MUNICIPIOS ESPAÑOLES
El índice de fecundidad en España es el segundo más bajo de Europa, con diferencias entre regiones que suponen hasta el doble de hijos por mujer
Ningún país de la UE-28 alcanza el índice de fecundidad de 2,1 hijos por mujer que garantiza el reemplazo generacional y la estabilidad de la población. En este contexto, España ha pasado de ser una de las sociedades europeas con mayor nivel de fecundidad, a ser el país de la UE-28 con el segundo índice de fecundidad más bajo, solo por detrás de Malta: mientras que en 1975 las mujeres españolas tenían de media 2,8 hijos, en 2017 ha descendido hasta los 1,3. Por regiones, todas, excepto Melilla, registran descensos, aunque las diferencias regionales son muy destacadas. Mientras en Melilla se alcanzan los 2,4 hijos por mujer, en Ourense, Tenerife o Las Palmas no llegan a 1. Entre 2000 y 2017, la tasa bruta de natalidad (nacimientos por cada 1.000 habitantes) cayó en 47 de las 52 provincias y el saldo vegetativo (diferencia entre nacimientos y defunciones) fue negativo en 42 regiones en 2018, casi el doble que a principios de siglo.
26 noviembre, 2019
El nivel de natalidad en una sociedad tiene implicaciones económicas y sociales al afectar al crecimiento vegetativo de la población y, por tanto, a la velocidad de envejecimiento de la misma. Este envejecimiento repercute por una parte, en el fenómeno de despoblación que vive España y, por otra en la sostenibilidad del Estado del bienestar, al aumentar el gasto en sanidad, dependencia y pensiones. Entre 1975 y 1998, los indicadores de natalidad y fecundidad en España se desplomaron situándola dentro de las economías de fecundidad muy baja (“lowest-low fertility”). Si bien se recuperó en los años posteriores, el inicio de la crisis supuso un punto de inflexión en el crecimiento tras diez años consecutivos de aumento.
En el contexto de la UE-28, España, junto a Portugal e Irlanda, es la economía en la que el índice de fecundidad se ha reducido con mayor intensidad entre 1975 y 2017. De ser el segundo país con la fecundidad más elevada, después de Irlanda, ha caído hasta el penúltimo lugar con 1,3 hijos por mujer en 2017 (último año disponible para la Unión Europea), solo por encima de Malta (1,26), en niveles parecidos a Chipre (1,31), Italia (1,32) y Grecia (1,35) y lejos de Francia (1,9) o Suecia (1,78). Es preocupante que ningún país de la UE-28 alcance el nivel de reemplazo generacional, poniendo en peligro la sostenibilidad demográfica.
La tasa bruta de natalidad (TBN), que mide el número de nacimientos por cada mil habitantes, ha caído en la mitad de los municipios españoles en 2017 respecto al 2000, principalmente en la parte central y sur de España, así como Canarias. En un 18% de los municipios, la TBN no ha variado, registrándose en la mayoría de esos municipios cero nacimientos. Por otra parte, en el 31% de los municipios de España aumenta la TBN, aunque este incremento no se produce necesariamente por un aumento del número de nacimientos, si no por una importante caída de la población. De hecho, las regiones que registran una mayor subida de la TBN son aquellas caracterizadas por la despoblación.
Agregando la información a nivel provincial, se observa una caída de la TBN en el 90% de las provincias españolas entre 2000 y 2017, ya que en solo 5 ha aumentado el número de nacimientos por cada mil habitantes: Lugo (0,5), Álava (0,4), Huesca (0,2), Ourense (0,1) y Palencia (0,1). Por el contrario, Las Palmas (-4,8), Tenerife (-3,3), Cádiz (-2,8), Jaén (-2,8) y Baleares (-2,7) son las provincias en las que más ha caído la TBN.
Esta evolución de la natalidad determina la velocidad a la que envejece la población y afecta a su crecimiento vegetativo. En lo que llevamos de siglo, el saldo vegetativo en España es por primera vez negativo en 2015, encadenando en la actualidad dos años consecutivos de valores negativos. En 2018, en 42 provincias el número de defunciones supera al de nacimientos, casi el doble que en 2000. Zamora vuelve a posicionarse en 2018, por sexto año consecutivo, como la provincia con el crecimiento vegetativo negativo más elevado (11 personas menos por cada mil habitantes) y Almería como la provincia con el valor positivo más elevado (3 personas más por cada mil habitantes). Estas provincias cuentan con la TBN más baja y más alta, respectivamente.
Para garantizar la estabilidad de la población se necesita un nivel de reemplazo generacional de 2,1 hijos por mujer. El Índice Síntético de Fecundidad (ISF) mide el nivel de fecundidad expresado en hijos por mujer. El ISF en España ha caído desde los 2,8 hijos por mujer en 1975 hasta los 1,25 en 2018 (último año disponible para España). Salvo Melilla, todas las provincias muestran una caída en su ISF sin alcanzar, en ningún caso, los 2,1 hijos por mujer necesarios para garantizar la continuidad de la población. Melilla (2,4), Ceuta (1,7), Almería (1,6), Murcia (1,5) y Girona (1,5) tienen el ISF más alto, cifras que casi duplican los datos de Ourense (0,92), Tenerife (0,96) y Las Palmas (0,99), provincias que se enfrentan a un mayor reto en la sostenibilidad de su nivel poblacional. Es decir, las diferencias llegan a duplicarse entre regiones.
La caída de la natalidad y la fecundidad guarda una estrecha relación con el aplazamiento de la maternidad en España. La creciente participación de la mujer en el mercado de trabajo y el elevado nivel educativo que han ido alcanzando han retrasado la decisión de ser madres a edades más avanzadas. Es una tendencia presente en todas las sociedades desarrolladas (“síndrome del retraso”), aunque particularmente intensa en los países del sur de Europa. El calendario de fecundidad se ha desplazado y la Tasa Global de Fecundidad (TGF) española, nacidos por cada mil mujeres en edad fértil, ha caído progresivamente. Los nacimientos en mujeres menores de 30 años caen a la mitad desde 1990, mientras que se duplican en mujeres de entre 35 y 44 años. Si bien la TGF en mujeres de más de 45 años es la más baja, se multiplica por 4 desde 1990 y por 2 desde 2007. Por tanto, se tienen menos hijos y a mayor edad.
La mayor TGF en España se sitúa entre los 30 y 34 años de edad, con 86 nacidos por cada mil mujeres fértiles, Las mayores tasas en esta franja de edad se dan en Guipúzcoa (115), Ceuta (103) y Navarra (100) y las más bajas se encuentran en Las Palmas y Ourense (59) y Tenerife (61), .
Existen teorías que sostienen que un mayor nivel educativo de las mujeres conlleva consecuencias negativas sobre la fecundidad, debido al aplazamiento de la maternidad y al descenso en el número de hijos dado el coste de oportunidad que enfrentan las mujeres. Actualmente en España, a mayor nivel educativo de la madre el número medio de hijos es menor. Mientras que las mujeres que han estudiado como máximo enseñanza secundaria obligatoria tienen una media de 1,5 hijos, la media en las mujeres con estudios secundarios de segundo ciclo es de 1,03 hijos y baja a 0,9 en el caso de las mujeres con estudios superiores. Esta relación negativa está presente en todas las regiones españolas a excepción de Navarra y el País Vasco, donde el número medio de hijos de las mujeres con estudios superiores es mayor al de aquellas con estudios de secundaria de segundo ciclo.
En lo que respecta al aplazamiento de la maternidad, si bien es una característica generalizada en todas las mujeres españolas, son aquellas con estudios superiores las que más tarde tienen a su primer hijo. El 42% de las mujeres con estudios superiores dan a luz por primera vez entre los 30 y 34 años de edad, reduciéndose al 24,6% en mujeres con secundaria de segundo ciclo y al 16,3% en aquellas con hasta secundaria de primer ciclo. Por tanto, se puede concluir que en España, el nivel educativo de la madre también condiciona el número medio de hijos y el momento de iniciarse en la maternidad.
Las implicaciones económicas y sociales que tienen la natalidad y fecundidad las convierten en factores críticos de análisis. Es importante diseñar políticas que incentiven la natalidad, cuyo papel es determinante para garantizar el bienestar de la población y el relevo generacional. La efectividad de dichas políticas puede mejorar si se pone el foco en la conciliación familiar y laboral más que en solo incentivos monetarios. Como muchos otros fenómenos demográficos, atañe a toda Europa y debería considerarse dentro de las políticas comunitarias más importantes.
Para ampliar esta información puede consultarse la monografía: Cambios en la estructura y localización de la población: una visión de largo plazo (1842-2011) (2015).