Profesor de Filosofía Antigua en la UPV, ha impartido imparte la décima conferencia del ciclo “LOGOS. Visiones del mundo clásico”
Javier Aguirre analiza el uso del humor en Platón como vehículo para transmitir ideas filosóficas
El humor es un recurso casi ausente en la historia de la filosofía. La excepción más importante es Platón, que empleó bromas, chascarrillos, ironía y comedias de situación para transmitir con más eficacia sus ideas. Así lo ha explicado Javier Aguirre, profesor de Filosofía Antigua en la Universidad del País Vasco, en la conferencia del ciclo LOGOS que tuvo lugar ayer en el Palacio del Marqués de Salamanca. Aguirre ha liderado un proyecto de investigación dentro del Programa Logos de Ayudas a la Investigación de Estudios Clásicos que aborda precisamente esta cuestión.
14 octubre, 2022
“Platón es posiblemente el autor más importante para entender la arquitectura filosófica de Occidente”, asegura Javier Aguirre. “Toda la elaboración doctrinal del cristianismo desde el siglo I al siglo V -desde Orígenes y Clemente de Alejandría hasta Agustín de Hipona- tiene como referencia a Platón. En el pensamiento pagano tiene también una gran influencia -véase a Plotino en el siglo III- aunque se acaba prácticamente en el siglo IV, con el fin de la tradición pagana”.
La filosofía platónica ejerce, no obstante, una tracción que recorre la historia de Europa. “En el Renacimiento encontramos platonistas importantísimos, como Marsilio Ficino y Giordano Bruno. En los siglos XVI y XVII, cuando se desarrolla la denominada ciencia nueva, Galileo afirma que la ciencia nueva es la demostración empírica de la verdad del platonismo. Todos estos autores se ven reflejados en Platón, no en Aristóteles. Y ya en el siglo XX, por ejemplo, el matemático inglés Alfred Whitehead afirma que la historia de la filosofía es la historia de las notas a pie de página a los diálogos de Platón”.
Y es que los diálogos constituyen el grueso de su obra. En ellos, el discípulo de Sócrates aborda desde el valor y la amistad, hasta qué es la virtud y si es enseñable, pasando por la inmortalidad del alma, el amor, la célebre alegoría de la caverna, el conocimiento, la filosofía política y el estado ideal, la ciencia, la cosmología y la física, o las leyes y la justicia.
“Para entender de verdad a Platón hay que tener en cuenta el hecho de que sus diálogos no son ensayos -como los que encontramos en Aristóteles o en cualquier filósofo actual- sino obras literarias con una presencia muy importante de contenido filosófico”, subraya Javier Aguirre. “Por eso, Platón emplea numerosos recursos: de naturaleza literaria, poética, retórica, mitológica… y entre ellos está el humor”. El profesor de Filosofía Antigua de la Universidad del País Vasco ha liderado uno de los proyectos del Programa Logos de Ayudas a la Investigación de Estudios Clásicos de la Fundación BBVA, fruto del cual es el libro Humor y filosofía en los diálogos de Platón (Anthropos), en el que 26 autores abordan los numerosos recursos cómicos que despliega este autor.
La jocosidad como vehículo pedagógico
“Juegos de palabras (como en el Crátilo), bromas y chascarrillos (como en el Laques) o comedias de situación (como en El banquete) se suceden en los distintos diálogos, y están siempre orientados a la transmisión eficaz de las ideas, de los contenidos serios, que el filósofo quiere inculcar. Estos recursos siempre tienen una función pedagógica, educativa, no es un gusto por la broma en sí misma”, sostiene Aguirre.
“En el final de El banquete”, ilustra Aguirre, “asistimos a una fiesta que da Agatón para celebrar que ese año ha ganado el premio a la mejor tragedia, convite al que asiste Sócrates. Cuando buena parte de los invitados se han marchado o están dormidos, llega Alcibíades y mientras hace los honores a Agatón (echándole unos hilillos por la cabeza) repara en Sócrates y le dice al anfitrión: “Tú has ganado un día, pero Sócrates vence todos los días”. Es una escena muy divertida, casi de comedia de situación, con la que Platón quiere transmitir la importancia de Sócrates como modelo de educación, de hombre y de filósofo, así como de búsqueda en común de la verdad”.
Otro ejemplo que Aguirre pone aparece en el Laques, donde “dos padres de hijos adolescentes se juntan con dos generales en la palestra, para asistir a un entrenamiento en armas de Estesíleo. Discuten los padres si conviene matricular a sus hijos con este entrenador y los generales argumentan, uno a favor y otro en contra. El que lo desaconseja cuenta una escena muy divertida que compartió con él, a bordo de un barco durante las guerras del Peloponeso, y en la que Estesíleo hizo el ridículo y fue el hazmerreír de todos. La broma, en este caso, muestra varias cosas: una es que ese tipo de entrenamiento -que Platón vincula a la sofística- no tiene ningún interés; pero con ella también ilustra que el debate filosófico que busque la verdad no se puede llevar a cabo ridiculizando a nadie. Es interesante porque en este caso Platón utiliza una situación muy ridícula para mostrar lo que no se debe hacer”.
El investigador concluye señalando otro aspecto de Platón en este ámbito: su originalidad. “Es muy difícil encontrar filósofos que utilicen el humor. Hay algunas cosas graciosas en Nietzsche y ciertos escritores ilustrados, pero no es lo habitual. Cuando quieren transmitir ideas serias pocos recurren al humor: el caso de Platón es bastante excepcional”.