Juan Pablo Fusi analiza el efecto desestabilizador del nacionalismo entre el ocaso del siglo XIX y el arranque del XX
El periodo entre 1880 y 1914 ha protagonizado la segunda conferencia del ciclo Historia de las Ideas -que se puede ver en diferido en este enlace- porque es cuando, según ha señalado Juan Pablo Fusi, catedrático emérito de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid, “el nacionalismo se convierte en un hecho esencial de la vida pública europea como doctrina política, como hecho social y como factor de desestabilización tanto interno (en distintos estados) como internacional”. El vídeo de la conferencia completa está disponible pulsando Play sobre la imagen que encabeza esta noticia.
2 diciembre, 2021
“El nacionalismo es un tema muy complejo, un ‘tema enorme’, en palabras de Orwell. Aunque la mayoría de las personas usen habitualmente el término con un solo sentido, está lleno de matices; tantos como variada es su tipología, pues hay nacionalismos étnicos, cívicos, de mayorías, de minorías, nacionales, de nacionalidad, mesiánicos, religiosos, tribales…”, ha expuesto Juan Pablo Fusi.
El catedrático mostró, al menos en parte, esa diversidad al abordar en su conferencia – “Nación y nacionalismo: el frágil mapa de Europa”- tres tipos de nacionalismos que fueron claves en el periodo entre 1880 y 1914. En primer lugar “el nacionalismo autoritario que floreció en Francia, Italia y Alemania, fundamentalmente”. El conferenciante ha sintetizado algunos personajes y movimientos que impulsaron un nacionalismo que “se definió como la principal alternativa ideológica al liberalismo: Maurras, Barrès y Acción Francesa, en Francia; D’Annunzio, Marinetti y el futurismo, Corradini y la Asociación Nacionalista Italiana, en Italia; y Treitschke, H. S. Chamberlain, la Liga Pangermánica, la Sociedad Colonial Alemana, la Liga Naval y grupos y organizaciones similares, en Alemania (y Austria)”. Bajo su inspiración y liderazgo, el nacionalismo se tornó en “una doctrina autoritaria, antidemocrática y antiparlamentaria, un nacionalismo de la derecha, que cifraba la política en la exaltación del Estado y de la nación y que, en el caso alemán, incorporaba, además, ideas de superioridad racial y antisemitas y una especie de irracionalismo mesiánico y biológico sobre el destino singular de las razas germánicas”.
De la India a China, de los Balcanes a Irlanda
Una segunda categoría son los “nacionalismos de nacionalidad, que dieron lugar a la crisis de Estados multinacionales como el Imperio Austrohúngaro (de donde se desgajaron checos, serbios, eslovenos, eslovacos…), la Rusia zarista (Polonia, Ucrania, los países bálticos…) o el Imperio Otomano, pero también Irlanda, Cataluña o País Vasco”. Esa época asistió asimismo al despertar de los nacionalismos en Asia y África, “con la aparición del Partido del Congreso, que es el que llevó a la India a la independencia; la guerra de los Boers en Sudáfrica; la modernización y auge de Japón; la Revolución nacional en China en 1911, que derrocó a la última dinastía imperial y estableció la República de China; el despertar de partidos nacionalistas árabes dentro del Imperio Otomano…”
Este periodo de treinta y cinco años ofrece numerosos ejemplos del tercer aspecto al que Fusi ha dedicado su exposición: “ese potencial desestabilizador del nacionalismo”, del que ha seleccionado como ejemplos “las guerras balcánicas de 1912-13, que enfrenta a todos contra todos; el atentado de Sarajevo de 28 de junio de 1914, con el asesinato del heredero de la corona del Imperio austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando de Austria; el Levantamiento de Pascua, en Irlanda, del 24 al 29 de abril de 1916, contra la autoridad del Reino Unido; y la Declaracion Balfour de 2 de noviembre de 1917, en la que el ministro de Exteriores británico, James Balfour, promete la creación de un ‘hogar judío’ en la región de Palestina”.
Una mirada atenta a los fenómenos nacionalista que se gestaron y eclosionaron en aquel cambio de centuria arroja luz sobre tendencias que marcan la geopolítica nacional e internacional un siglo más tarde: “En los años 90 del siglo XX, la descomposición de la Unión Soviética y de Yugoslavia da lugar a cerca de 20 naciones nuevas; las guerras balcánicas de ese mismo periodo se salda con 300.000 muertos. Y hoy, en la Europa unificada, regresan los nacionalismos: la idea de nación sigue siendo fuerte y han reaparecido los populismos nacionales. Y es claro que tenemos nacionalismos de nacionalidad: el principal problema de la Transición española fue ETA; y el Estado de las autonomías es la respuesta constitucional a los retos que se plantean con el nacionalismo vasco y catalán”.