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La menor mortalidad infantil, principal causa de la disminución de las desigualdades en la duración de la vida
¿Cuáles son las tendencias mundiales en la duración de la vida en los últimos 65 años? Una amplia pregunta que trató de resolver Iñaki Permanyer, investigador Ramón y Cajal en el Centro de Estudios Demográficos (CED), durante la conferencia que ofreció el 7 de mayo en la Fundación BBVA enmarcada dentro del Ciclo Demography Today 2017-2018.
11 mayo, 2018
Permanyer respondió a varias incógnitas sobre la duración de la vida gracias a los resultados de un estudio que ha realizado utilizando datos de la publicación World population prospects de Naciones Unidas. “El factor principal de la disminución sostenida en la desigualdad global de la duración de la vida es la reducción de la mortalidad infantil. Desde 1950 hasta hoy la mortalidad infantil se ha reducido muchísimo y esto es lo que ha contribuido a que haya menos disparidad en estas edades de la muerte, ha sido como la gran explicación”, comenta Permanyer durante una entrevista sobre uno de los principales resultados del estudio.
En este estudio, se ha analizado cómo ha evolucionado la dispersión mundial de la edad a la que muere la gente a lo largo del tiempo con resultados bastantes reveladores. ¿Por qué es tan importante la dispersión en la edad de fallecer? Permanyer explica que a medida que la gente vive más y más años, las edades a las que mueren están cada vez más concentradas alrededor de la media y explica que esto, que parece pura estadística, tiene que ver con el comportamiento de las personas. “Cuando estás creciendo en un entorno en el que ves que todo el mundo está falleciendo a unas edades determinadas y no hay mucha variación, implica que puedes hacer planes de vida, como plantearte estudiar una carrera universitaria, hipotecarte 30 años para comprar una casa o tomar una serie de decisiones económicas que no las tomaríamos si por el contrario, a medida que vas creciendo la gente de tu alrededor va falleciendo y hay mucha variabilidad en la edad”, afirma el conferenciante. Al hilo de esta dispersión, el estudio también ha sacado a la luz que desde los años 50 hasta ahora esta desigualdad en edades de la muerte para la población en edad de jubilación, es decir, de 65 años en adelante, ha ido incrementándose de forma ostensible en todo el mundo, en todas las regiones, en todos los países. “Este resultado nos está diciendo que la población mayor es cada vez más heterogénea, y esto tiene una serie de implicaciones que creemos que es importante a la hora de elaborar políticas de pensiones, ayudas sociales etc. El perfil de la gente que está sobreviviendo es muy variado”, explica el investigador.
En un análisis global, Permanyer ha destacado que la variabilidad de la duración de la vida adulta también ha disminuido, aunque se han identificado algunas mesetas y reversiones en esta tendencia. “La desigualdad en edades de la muerte para la población adulta de 15 años o más, al principio se fue reduciendo, es decir, que a medida que la gente vivía más y más años, la dispersión de las edades de la muerte se fue concentrando cada vez más alrededor de la media, pero ha habido un momento en el que no ha habido más mejoras. A pesar de que el promedio en longevidad ha ido aumentando, uno esperaría a priori que a medida que aumenta la media, la concentración se vaya haciendo mayor y resulta que no”, comenta Permanyer. Esto nos lleva de nuevo a la existencia de una población mayor cada vez más diversa, que en vez de morir cada vez en edades más concentradas se diversifica. Para el conferenciante, un candidato claro a explicar qué está pasando puede ser las diferencias socioeconómicas dentro de los países “a lo mejor la gente con mayores ingresos dentro de un país se están beneficiando más del acceso a la salud que sitios más desfavorecidos. Hemos observado detenidamente el caso de España y mirando el nivel educativo para esta población adulta sí que se observa que justamente quien se ha beneficiado más de estos incrementos de longevidad han sido los más educados, los que han ido a la universidad etc. Y los que tienen educación primaria o inferior han tenido mejoras en la longevidad pero menores”. Estos datos llaman la atención teniendo en cuenta que España tiene un sistema público de acceso a la sanidad. Se abre, por lo tanto, una vía de estudio. Hasta entonces, Permanyer lanza varias causas que podrían estar provocando esta situación en nuestro país “no sé si tiene que ver con la precarización de la sanidad pública porque la gente con más recurso, obviamente, además de lo que le cubra la sanidad pública tiene posibilidad de acudir a otros centros. También puede ser que gente con otro nivel educativo, a veces tiene unos hábitos más saludables, quizás menos consumo de alcohol, menos tabaquismo etc. Aunque hay de todo en todas partes, pero sí que hay estudios que asocian este tipo de comportamientos más saludables para un grupo que para otro”.
Otro de los resultados del estudio destaca que la mayor parte de la variabilidad o desigualdad mundial en la edad al momento de la muerte se puede atribuir a la variabilidad o desigualdad dentro del país. “Vimos que sobre todo las diferencias están dentro de los países porque dentro de un país hay niños que mueren a la edad de 0 años o 1 año y personas que muere a los 90/100 años con lo cual la brecha es enorme. Entonces cuando hacemos comparaciones entre países, técnicamente lo que estamos haciendo es comparar las esperanzas de vida entre estos países que ya no tienen tanta dispersión, a lo mejor estoy comparando la esperanza de vida de un país como Japón cuya media en mujeres es de ochenta y tantos años con la esperanza de vida de otro país de África que a lo mejor tiene 60 años, la diferencia entre este 60 y este 80, en general, no va a ser una brecha tan grande como las que hay dentro de un país en el que hay niños que mueren, es una cuestión puramente técnica pero que también hay que medirla para responder a preguntas sobre la globalización que está viviendo el mundo”, explica Permanyer.
El desafío que se plantea en estos momentos es la aparición de tendencias divergentes en la longevidad y la desigualdad de la edad de la muerte entre las personas mayores en todo el mundo. “Esta divergencia la observábamos sobre todo en la población en edad de jubilación, el estudio es muy general pero está hablando de un proceso de hetereogenización de la población de 65 años en adelante. De hecho, cuando uno mira estas proyecciones de población y qué pasará en los próximos 10, 20, 30 o 40 años, una de las preocupaciones que hay en muchos países europeos es que cada vez hay más gente en edad de jubilación y que estarán fuera de la población activa, entonces si resulta que esta gente a la vez de ser cada vez más numerosa son más heterogéneas implica un aviso de no utilizar políticas monolíticas”, expone Permanyer.