fabrica_coches_1600x900

NOTICIA La competitividad española en las cadenas de valor globales

Los servicios ya aportan el 50% del valor añadido de las exportaciones españolas, frente al 37% de las manufacturas

En la actualidad, la mayoría de los procesos productivos para obtener un bien o servicio no se desarrolla en una sola empresa sino mediante cadenas productivas o redes de colaboración entre empresas, del mismo o diferente sector de actividad, ubicadas con frecuencia en distintos países.

26 julio, 2019

Monografía

La competitividad española en las cadenas de valor globales

La apertura de las economías, el desarrollo de los países emergentes y la especialización en tareas concretas, junto con la innovación tecnológica y el consiguiente abaratamiento de los costes logísticos y organizativos, han permitido que diferentes partes o fases de los productos o servicios puedan producirse en diversos países para, después de múltiples intercambios comerciales, unir esas partes y obtener el producto final. Así surgen las cadenas de valor globales, que han cambiado por completo la forma de competir en las últimas décadas y han hecho al mundo más interdependiente.

Aunque en los últimos años se observa cierta ralentización en la expansión de las cadenas de valor globales, debido a la caída de la demanda de bienes duraderos, el aumento de los costes de producción en las economías emergentes o las recientes tensiones proteccionistas, buena parte de la producción, el comercio y las inversiones siguen organizadas en torno a estas cadenas de producción internacionales. En ese contexto, la capacidad tecnológica de las empresas y sus equipos son clave para competir, cooperar y retener el valor añadido en los países que desarrollan las actividades más productivas, tanto manufactureras como terciarias. El éxito del tejido productivo de cada país depende de la capacidad de gestionar la competencia con sus iguales y la cooperación con sus proveedores y clientes.

Una consecuencia del desarrollo de las cadenas de valor globales y la fragmentación de la producción entre diferentes empresas, sectores o países es que las exportaciones –especialmente las de manufacturas- incorporan un elevado volumen de productos (bienes y servicios) intermedios, muchos de ellos importados. En concreto, el 30% del valor de las exportaciones españolas es importado, de modo que el valor añadido doméstico (salarios y beneficios) generado por las mismas en España se reduce al 70% de las ventas al exterior.

La participación de los sectores en las cadenas de valor hace necesario revisar también la imagen tradicional del comercio exterior, en la que los productos manufactureros representan cerca del 70% de las exportaciones brutas españolas, frente al 25,4% que suponen los servicios. Si nos referimos al valor añadido por los sectores a esas ventas al exterior, los servicios aportan el 50,6%, un porcentaje que dobla la importancia de este macrosector en las exportaciones brutas y que ha aumentado más de 10 puntos, frente al 39,3% que representaba en el año 1995. Por el contrario, el peso de las manufacturas en el valor añadido exportado ha caído diez puntos desde 1995, cuando representaba un 48,1%, hasta el 37% actual.

La razón de ese sustancial aumento del peso de los servicios en las exportaciones de valor añadido es que con frecuencia cruzan las fronteras incorporados a las manufacturas, que los han utilizado para su diseño, logística, financiación o distribución. Así pues, los productos industriales operan como vehículos para la venta en el exterior de muchos servicios, siendo estas últimas actividades las que aportan buena parte del trabajo y los capitales utilizados, es decir, el valor añadido.

Así pues, las cadenas de valor globales obligan a revisar la visión tradicional del comercio internacional y la competencia que en él se produce, porque ahora las empresas se especializan en fases de la obtención de los productos. Esa especialización en tareas condiciona los tipos de empleos generados por los sectores en cada país, los salarios y la localización del valor añadido.

En este contexto, España tiene más dificultades que otros grandes países europeos para desarrollar actividades más generadoras de valor añadido, debido a la debilidad de las inversiones empresariales en I+D+i, TIC y capital humano y organizacional. Las ocupaciones más cualificadas y mejor remuneradas tienen menos peso en la producción española (26,4%) que en Reino Unido, Francia o Alemania, países en los que suponen entre el 33,8% y el 35,1% del empleo. Por ejemplo, mientras solo el 26% del empleo asociado a las exportaciones del automóvil es de alta cualificación en España, en Alemania ese porcentaje es el 36,4%. En el sector textil-confección ese porcentaje alcanza en España el 16%, pero en Francia es del 35% y en Reino Unido del 33%, y en el sector agroalimentario es aquí el 10% mientras que en Reino Unido supera el 21%.

Estos son algunos de los principales mensajes de la monografía titulada La competitividad española en las cadenas de valor globales, elaborada por la Fundación BBVA y el Ivie, que estudia los efectos de los patrones de especialización internacional del siglo XXI en las exportaciones españolas, el empleo, su cualificación y la capacidad de generar riqueza. El estudio ha sido dirigido por Francisco Pérez, director de investigación del Ivie y catedrático de la Universitat de València, con la participación de Eva Benages, José Pla-Barber, Marta Solaz y Cristina Villar, también vinculados a ambas instituciones.

Leer más