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María Ángeles Durán: “El Estado por sí solo no puede cubrir todo el coste del cuidado; son necesarios servicios privados asequibles y alentar el voluntariado”
María Ángeles Durán, profesora de Investigación en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, ha impartido en la Fundación BBVA la sesión El marco demográfico de la economía del cuidado dentro del ciclo Demography today 2019, organizado por la Fundación con Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el proyecto europeo del programa marco H2020: LONGPOP (“Methodologies and data mining techniques for the analysis of big data based on longitudinal population and epidemiological registers”).
12 febrero, 2019
La economía del cuidado trata de precisar quién produce y quién consume el cuidado y, dentro de los productores, establecer la distinción entre quienes lo hacen de modo profesional, por dinero (economía monetarizada) y quien lo hace por lazos de afecto o familiares (economía no monetarizada).
Durán señala que es importante aplicar parámetros demográficos tanto a los productores como a los consumidores de cuidado para conocer su distribución geográfica y de origen inmigrante o autóctono, pero también por edad y género.
Además, es importante distinguir tres grandes grupos entre los consumidores de cuidados -los niños, los adultos sanos y los ancianos- y dos tipos de consumo –el directo en el seno de las familias y el indirecto a través de empresas de servicios, administraciones o voluntariado-.
A partir de los datos de la Encuesta sobre el uso del tiempo no remunerado del INE, y aplicando los criterios del propio INE sobre empleos a tiempo completo, en España hay 28 millones de empleos a tiempo completo no remunerados dedicados al cuidado en su sentido más amplio, lo que supone un 30 % más que todo el mercado laboral.
Y eso en un contexto en el que crece el envejecimiento y en el que la situación de las mujeres, que tradicionalmente se han encargado del cuidado en el seno familiar, ha variado por su incorporación al mercado laboral. No resulta factible pensar en que la mujer renuncie a su puesto de trabajo para dedicarse al cuidado, porque éste en el mejor de los casos, cuando hay ayudas públicas, está mal remunerado, y sobre todo porque su reinserción al mercado laboral es muy compleja.
El problema, para Durán, es que “la opinión pública no es consciente de la envergadura del problema y de que por su dimensión, es imposible que el Estado asuma todo el coste del cuidado”. Su principal conclusión es que “el Estado por sí solo no puede asumir el coste del cuidado; son necesarios servicios privados asequibles y alentar el voluntariado, sobre todo enfocado a ancianos solos. Para que el sector público cubriera toda la demanda de cuidado, tendríamos que estar pagando un IRPF de un 70 por ciento”.
Durán menciona lo que ocurrió con la Ley de Dependencia de 2006. “No se fue consciente del esfuerzo económico que suponía atender a una demanda que se desbordó y eso ha provocado listas de espera y que haya personas que no hayan llegado a recibir las ayudas. Y ocurrió porque se pensó que se iba a poder atender la demanda con un cuidado profesionalizado y remunerado a cargo de las administraciones”.
Pero, según Durán, el cambio más grande “debe venir de un nuevo contrato social dentro de las familias para que hombres y mujeres, jóvenes y viejos, compartan el cuidado de una forma mucho más equitativa”. Ahora mismo, el 84% de los cuidados de larga duración son asumidos por mujeres en el seno de las familias y de forma no remunerada. Y a pesar de ello, las mujeres son las que menos cuidado reciben sobre todo en la vejez: “al ser más longevas y emparejarse con hombres mayores, tienen menos posibilidades de ser cuidadas por su pareja”.
Y desde el punto de vista de la provisión de cuidados, Durán cree que la oferta va a tener que crecer mucho tanto en el sector no remunerado como en el remunerado. “En personas mayores con rentas más bajas ha crecido el consumo de cuidados por encima de lo que ellos mismos demandaban en una edad intermedia, porque han tenido que recurrir a emplear a personas que les ayuden con las tareas del hogar. Pero además de que el sector público crezca, es necesario un gran cambio en el mercado, que ahora sobre todo concentra la oferta en el cuidado de niños o en el cuidado a personas con rentas muy altas. El mercado generará un tipo de servicio distinto, más accesible para capas más amplias de población que ahora no pueden acceder a ellos. Y creo que crecerá como ya ocurre en otros países el voluntariado, porque el cuidado que hasta ahora se hacía de familia para dentro, ahora hay condiciones para que salgan y hagan voluntariado”.
Desde el punto de vista de la investigación socioeconómica, un desafío de la economía del cuidado es que exige la interacción entre dos marcos de análisis que hasta ahora eran divergentes y parecían contradictorios: la economía del mercado y la economía de la donación. En la primera la unidad de cuenta es el dinero y en la segunda el tiempo. Para avanzar en el análisis de la economía del cuidado hay que integrar economía monetarizada con la no monetarizada, y buscar conversores para hacer converger esos dos marcos. Es un desafío de primer orden para la investigación socioeconómica.