Presentación del proyecto 'RRSSalud', realizado con una Ayuda a Equipos de la Fundación BBVA
‘Mentiras contagiosas’: investigadores, periodistas y comunicadores de ciencia analizan qué bulos de salud se diseminan más, por qué y cómo hacerles frente
“Combatir la desinformación también es cosa de todos”, afirma Ramón Salaverría, catedrático de periodismo de la Universidad de Navarra e investigador principal del proyecto RRSSalud – La difusión de noticias falsas sobre salud en redes sociales, realizado con una Ayuda a Equipos de Investigación Científica 2019 de la Fundación BBVA, en el área de Economía y Sociedad Digital. Coincidiendo con el Día Mundial de la Salud, el profesor Salaverría presentó ayer los principales resultados de esta investigación en la sede madrileña de la Fundación BBVA, antes de moderar un coloquio sobre el desafío de los bulos de salud con dos galardonados con los Premios de Comunicación Científica CSIC-Fundación BBVA -Patricia Fernández de Lis, redactora jefa de Ciencia de El País y directora de Materia, galardonada en la categoría de periodistas, e Ignacio López-Goñi, microbiólogo de la Universidad de Navarra y miembro del equipo investigador del proyecto RRSSalud, galardonado en la categoría de investigadores-, así como con Coral Larrosa, periodista especializada en salud y ciencia en Informativos Tele 5 y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS).
4 abril, 2022
La desinformación se convirtió en un contagioso virus social, con graves consecuencias para la salud, ya en los primeros momentos de la pandemia de Covid-19. En aquel momento acababa de empezar el proyecto RRSSalud para estudiar precisamente cómo y por qué se contagian los bulos. Ahora, superadas las etapas más duras de la lucha contra la covid19, llega el momento de contar lo aprendido también durante la infodemia.
“La ciudadanía debe hacerse cargo de que la desinformación es un fenómeno con peligrosas consecuencias sociales”, aseguró Ramón Salaverría, investigador principal del proyecto RRSSalud. “La pandemia ha puesto de manifiesto que desatender recomendaciones apoyadas en la ciencia y sustituirlas por teorías conspiratorias o negacionistas puede tener riesgos sanitarios muy graves, incluso mortales, para quienes caen en esos mensajes”.
Salaverría destacó que los consumidores de información “somos también transmisores de desinformación” y en ese sentido “nuestro mayor peligro somos nosotros mismos”. Por ello, una parte importante del proyecto RRSSalud se ha dedicado a generar materiales que entrenan al público a actuar como barrera para los bulos.
Más de 500 bulos analizados
El equipo de RRSSalud ha investigado la tipología y las dinámicas de diseminación de información falsa sobre salud en las redes sociales en España durante los primeros meses de pandemia. Para ello han analizado unos 530 artículos de verificación de bulos publicados por las plataformas Maldita, Newtral y EFE Verifica −entonces las tres únicas organizaciones de verificación españolas que habían obtenido la acreditación de IFCN, principal sello internacional de calidad de los fact-checkers− entre el 11 de marzo y el 10 de junio de 2020, con la ayuda de técnicas de Big data implementadas con el Barcelona Supercomputing Center – Centro Nacional de Supercomputación.
Bulo es “todo contenido intencionadamente falso de apariencia verdadera, concebido para engañar y difundido públicamente por cualquier medio de comunicación social”, indica Salaverría. Él y su equipo en RRSSalud han logrado desarrollar “una tipología de los bulos y un diagrama de su gravedad, que va desde los más leves −la broma y la exageración− hasta los más graves −descontextualización, engaño−”.
La gravedad depende del nivel de falsedad y de voluntariedad en su difusión. Una clasificación de más a menos grave sería: engaño; descontextualización; exageración; y broma. Al centrarse en los bulos analizados por las plataformas de verificación, el proyecto RRSSalud se concentró por defecto en los más dañinos y malintencionados, lanzados deliberadamente para diseminar desinformación: los engaños y las descontextualizaciones.
Las aplicaciones móviles de mensajería o redes sociales cerradas son las principales difusoras de bulos: “WhatsApp se ha revelado como la plataforma donde los bulos se diseminan en mayor cantidad y con mayor alcance”, señaló Salaverría. Aunque también se advierte “una considerable difusión de contenidos falseados” en redes sociales abiertas, como Twitter.
“Sólo el 4% de los bulos han sido conocidos a través de los medios periodísticos”, resaltó el investigador principal de RRSSalud, “lo que quiere decir que los periodistas han llevado a cabo una importante labor de filtrado de la desinformación”.
Un ‘reality show’ de la ciencia
Ignacio López Goñi señaló que “esta pandemia ha dejado en evidencia la importancia fundamental de la divulgación científica”, que para tener éxito debe basarse siempre en las siguientes cuatro claves: “en primer lugar el rigor, porque estamos comunicando ciencia; pero también la claridad, porque si no te entienden no sirve de nada; y además la transparencia, siendo honestos al decir tanto lo que se sabe cómo lo que no se sabe. Cuando se dan el rigor, la claridad y la transparencia se produce la confianza, el cuarto elemento indispensable: el público debe confiar en quien transmite la información”.
Sobre la relación de la ciencia con el fenómeno de la desinformación, López Goñi destacó el fenómeno, sin precedentes, de que “durante la pandemia se han visto las tripas de la ciencia, ha sido un ‘reality show’ de la ciencia”, en el que un público hasta entonces acostumbrado a conocer solo el resultado de las investigaciones, “ha visto el avance del conocimiento a medida que se iba produciendo, con sus dudas, sus incertidumbres e incluso sus errores”.
“La ciencia necesita tiempo, tiene sus ritmos”, recordó López Goñi; el haber tenido que acelerarlos al máximo durante la pandemia ha dado lugar a errores. Una muestra de este fenómeno ha sido el auge de los preprints, trabajos científicos que aún no han superado la revisión crítica de expertos independientes y que sin embargo, dada la altísima demanda de información, han tenido un papel protagonista en la comunicación de la pandemia. Uno de los resultados de RRSSalud es que, en efecto, los preprints han sido en ocasiones fuentes de bulos.
La importancia del periodismo especializado en ciencia
Patricia Fernández de Lis, para quien la pandemia “ha sido uno de los momentos más duros de mi vida profesional y la de mi equipo”, destacó precisamente la importancia de esto último: “formar parte de un equipo de diez periodistas preparados para tratar este tipo de información, y que llevamos juntos quince años, ha sido excepcional”.
De Lis confirmó que luchar contra la desinformación ha sido una parte esencial del trabajo estos años: “pasamos más tiempo descartando que publicando”. Y ha destacado también la importancia de informar con transparencia, informando también de lo que no se sabía aún: “titulamos muchas veces con los términos ‘dudas’ e ‘incertidumbre’, y escribimos muchas veces ‘no se sabe’”.
El reto de procesar información compleja en poco tiempo
Coral Larrosa, por su parte, destacó el ritmo frenético al que trabajaban los medios audiovisuales, obligados a cumplir con horarios de emisiones y la exigencia inagotable de buscar expertos: “Desde luego, eso hace que a veces nos equivoquemos, llamando al que en realidad no sabe”, dijo. “Nos hemos visto muy desbordados, sin tiempo para procesar y digerir grandes cantidades de información compleja en poco tiempo”.
Esa es, para Larrosa, una de las lecciones de la pandemia: “No estamos preparados para informar sobre emergencias”, aunque a la vez resaltó que “los periodistas hemos puesto mucha voluntad y ganas de hacerlo bien”. Y ha puesto en valor el trabajo de los periodistas en los hospitales y en los centros de investigación, que “eran nuestros ojos en sitios a los que no podíamos acceder”.
La ciencia en los bulos: el engaño de la ‘autoridad ampliada’
Una conclusión novedosa de RRSSalud que también destacó Salaverría atañe a la relación de la ciencia con los bulos, un aspecto al que el proyecto ha prestado una atención especial. Los investigadores abundan en la clasificación de los bulos atendiendo a su contenido científico, y detectan cuatro tipos:
- Ciencia apresurada: desinformación que parte de resultados reales, pero preliminares
- Ciencia descontextualizada: el origen es un resultado real sacado de contexto
- Ciencia mal interpretada: un resultado real pero tergiversado, deliberadamente o no
- Falsedad sin base científica: un engaño sin más
Los investigadores detectan que, cuando en los bulos de ciencia y salud se mencionan fuentes científicas, un mecanismo de engaño habitual es el de ‘autoridad ampliada’. Como explicó Salaverría, “puede ser cierto que estas fuentes sean científicos, o personal sanitario, pero en realidad no son expertos en el asunto que se comunica. Es lo que ocurre si un biólogo, un químico o cualquier otra persona con formación avanzada realiza afirmaciones sobre una disciplina distinta de la que domina. En esos casos, es frecuente que la ciudadanía o incluso los medios les reconozcan un grado de conocimiento que no poseen”.
Es solo uno de los “muchos mecanismos de falsedad” detectados por los autores del proyecto, según Salaverría. Entre ellos está el uso de argumentos non sequitur, en los que la conclusión no se deduce de las premisas −una tergiversación habitual cuando se culpa a un grupo social de un problema, por ejemplo−; las falacias ad ignorantiam, cuya falsedad consiste en pretender que una afirmación es incontestablemente verdadera (o falsa) por el simple hecho de que el interlocutor no puede demostrar la tesis contraria; o las generalizaciones, en las que “se eleva a categoría general lo que, en realidad, no son más que un solo caso o unos pocos casos aislados”, explica el investigador principal de RRSSalud.
Las conclusiones de RRSSalud aspiran a servir de base a futuros sistemas de detección automatizada de bulos, en especial los relacionados con la salud y la ciencia, señaló Salaverría.
Mecanismos cognitivos que favorecen el engaño
Los investigadores han estudiado también los mecanismos cognitivos que hacen a los ciudadanos más vulnerables a los bulos. Descubren así el sesgo nobody-fools-me, traducible como “a mí no me la cuelan” o “a mí nadie me engaña”, y que afecta sobre todo a las personas con más formación. Es –explicó Salaverría− “una variedad específica del sesgo de sobreconfianza, identificado hace tiempo entre otras disciplinas por la psicología pero que, de acuerdo con nuestro estudio, encuentra una expresión específica ante los contenidos desinformativos”.
“La gente tiene la percepción de que ‘los engañados son los demás, porque yo sé cómo protegerme’. Observamos en concreto una brecha entre jóvenes y mayores”, añadió. “Los primeros piensan que los mayores están expuestos a la desinformación porque no dominan la tecnología, y los mayores creen en cambio que los desprotegidos son los jóvenes porque no conocen las fuentes adecuadas”.
Otros sesgos cognitivos que aumentan la vulnerabilidad ante los bulos son el sesgo de confirmación, que consiste en configurar las informaciones que recibimos para que encajen con nuestras creencias, opiniones o gustos; la perseverancia en las creencias, la tendencia a aferrarse a una convicción pese a recibir evidencias que la contradicen o refutan de forma concluyente, lo que popularmente se conoce como “no apearse del burro”; la percepción selectiva, determinada por nuestras creencias y expectativas, que consiste en una tendencia a orientar nuestra atención hacia ciertos elementos mientras que obviamos el resto; y el llamado sesgo de “subirse al carro”, que se refiere a la tendencia a adherirse de una manera acrítica a la opinión sobre un asunto de las personas de nuestro entorno.
Podcast y una guía para combatir la desinformación
Los investigadores de RRSSalud también han elaborado materiales divulgativos para el público general, incluyendo podcast y una guía para ayudar a combatir la desinformación, disponibles en la web www.rrssalud.org. El paquete de materiales divulgativos se completará con un test para que cada ciudadano pueda probar su capacidad de identificar contenidos potencialmente desinformativos.
Estos materiales incluyen algunas recomendaciones para que la ciudadanía esté mejor preparada para combatir la desinformación:
- Seleccionar bien las fuentes donde uno se informa, empleando fuentes acreditadas que empleen datos solventes
- No confundir confianza con conocimiento. A menudo la desinformación nos llega de personas en quienes tenemos plena confianza (un familiar, un amigo, un compañero de trabajo), pero esa proximidad no evita que nos comparta información falsa
- Contrastar la información, especialmente la más sorprendente o impactante, en diversas fuentes
- Actuar con suma cautela a la hora de compartir públicamente información en las redes sociales
- Desconfiar de la información que nos llega a través de plataformas o canales sin un filtro profesional
El proyecto RRSSalud ha servido de base para una investigación internacional de mayor escala, IBERIFIER, concedida al grupo de Salaverría por la Comisión Europea en 2021 con un presupuesto de 1,47 millones de euros. En IBERIFIER la Universidad de Navarra dirige un consorcio de 23 instituciones de España y Portugal, entre ellas el BSC-CNS. Su finalidad es “explorar hasta qué punto la desinformación permea también el ecosistema de los medios periodísticos digitales, que en España alcanza actualmente casi 3.000 títulos, o si, por el contrario, estos medios funcionan como diques o sistemas de alarma frente a esa desinformación”, explicó Salaverría. Para lograr este objetivo, los investigadores aplicarán métodos de Inteligencia Artificial y Big data.