El contrato de trabajo generalmente asigna la mayor parte de la autoridad al empresario (gobernanza jerárquica). La amenaza del ‘hold-up‘ (oportunismo poscontractual, cesación del trabajo) del empleador al empleado, causada por esta distribución asimétrica de los derechos de decisión, se puede mitigar si existen preferencias por la reciprocidad por parte del empresario o se produce un equilibrio de poder, que surge de la amenaza por parte del empleado de emprender represalias si es explotado.

En este documento de trabajo se investiga la evolución y la interacción entre las preferencias por reciprocidad del empresario y la posibilidad y el deseo de castigar un comportamiento hostil, por parte del empleado, en un modelo de generaciones solapadas donde existe transmisión cultural de preferencias. En concreto, se caracteriza el comportamiento a largo plazo de esta sociedad, es decir, los estados estacionarios estables de la dinámica. Este análisis muestra cómo y por qué pueden surgir diferentes culturas laborales en el mercado de trabajo.

El resultado principal que se obtiene indica que si las ganancias netas por realizar inversión específica son lo suficientemente elevadas y la magnitud del castigo posible (p.ej., el poder del trabajador) también es alto, la economía convergerá desde cualquier condición inicial hacia un equilibrio cooperativo eficiente.

Si cualquiera de estas condiciones no se cumple, el mercado convergerá hacia un equilibrio ineficiente, en el que, o bien, no todos los tipos de trabajadores hacen inversión específica o bien, aunque la elijan, existe destrucción del excedente porque las empresas egoístas ofrecerán salarios bajos y una proporción de trabajadores los rechazarán. La presencia de reciprocidad positiva por parte del empresario no es suficiente para conseguir una cultura laboral eficiente: también se necesita asignar a los trabajadores suficiente poder para que la amenaza de castigo sea un arma poderosa para promover la eficiencia y la cooperación.