Fernando González Romo, Elisa Pérez-Cecilia Carrera y Juan José Picazo
Determinadas infecciones pueden aumentar el riesgo cardiovascular, principalmente a través de la producción de arteriosclerosis, que puede afectar a cualquier vaso sanguíneo, incluidas las arterias coronarias, con el consiguiente riesgo de infarto agudo de miocardio.
Entre los principales microorganismos que se han responsabilizado de este efecto se encuentran bacterias como Chlamydophila pneumoniae o Helicobacter pylori, y virus como el citomegalovirus, el virus herpes simple, el virus de la gripe, el de la hepatitis A, B y C, y el de la inmunodeficiencia humana.
Clásicamente, el riesgo cardiovascular se ha asociado a las infecciones crónicas, pero se ha podido ver que las infecciones agudas sistémicas, especialmente las respiratorias, también podrían desempeñar una función muy importante.
Estas teorías se postulan desde hace más de un siglo, y a pesar de haber sido abandonadas, han tomado un gran impulso durante las dos últimas décadas. Se encuentran en plena actualidad y podrían derivar en importantes novedades preventivas o terapéuticas en el futuro inmediato.