La sangre es un fluido formado por una parte líquida (el plasma) y una parte sólida, constituida por las células hematopoyéticas: hematíes (o glóbulos rojos), leucocitos (o glóbulos blancos) y plaquetas. El hemograma consiste en el análisis numérico y morfológico de las células que circulan por la sangre. Actualmente se realiza mediante aparatos electrónicos automáticos. El contenido más importante del hematíe es la hemoglobina, responsable del transporte de oxígeno a los diferentes tejidos del organismo.
Cuando existe anemia (disminución de la cifra de hemoglobina), se producen una serie de mecanismos compensadores para corregir la oxigenación de aquellos tejidos que requieren un mayor aporte de oxígeno, como el corazón, los músculos y el cerebro. La rotura de hematíes favorece la formación de la placa ateromatosa. Esta rotura de hematíes es denominada hemólisis y está asociada al consumo de óxido nítrico, a la Disfunción endotelial y a la vasculopatía.
En la policitemiavera (enfermedad progresiva) se ha demostrado una mayor frecuencia de eventos trombóticos en el corazón y el cerebro. El ácido acetilsalicílico (Aspirina®) en dosis bajas (100 mg diarios) puede disminuir hasta en un 53% de los casos los eventos trombóticos.
El concepto actual de aterosclerosis como enfermedad inflamatoria ha identificado los leucocitos y sus diferentes componentes como factores de riesgo implicados en la enfermedad coronaria. Existe una correlación entre las cifras elevadas de leucocitos y un peor pronóstico en los pacientes con infarto de miocardio. Las plaquetas son las células de la sangre que desempeñan un papel fundamental en la génesis de la trombosis arterial, en la formación de la placa ateromatosa y en la producción del infarto de miocardio.